04 Oct
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Nuestra responsabilidad con el Medio Ambiente y el entorno que nos rodea nos ha dirigido en los últimos años hacia un compromiso con el desarrollo sostenible, especialmente en las empresas dedicadas al sector agroalimentario.

 

Los distintos indicadores de sostenibilidad tales como la Huella Hídrica y de Carbono constituyen elementos clave dentro de este colectivo, ya que permiten contabilizar y cuantificar las emisiones que se producen derivadas de las prácticas agrícolas empleadas en el cultivo y elaboración de un producto alimentario. De esta manera, podemos hacer un triaje de las mismas, identificando aquellas que son más intensivas y aquellas que lo son menos y adoptar así las medidas necesarias, dentro de lo posible, para su reducción.

En este contexto, uno de los principales productores de pasta de tomate de Europa, TRANSA, ha querido compartir con nosotros su experiencia desde hace ya tres años en el cálculo de Huella Hídrica y de Carbono de sus producciones de tomate en Extremadura, en un estudio innovador en el sector.

Esta evaluación, que conlleva gestionar unas 280.000 toneladas de producto fresco repartidas en 3.200 hectáreas de cultivo y 160 explotaciones de productores se ha realizado a través de EfoodPrint Environment, un software que calcula y verifica la sostenibilidad y la eficacia productiva de diversas producciones agrícolas a escala mundial, validado por entidades certificadoras de acuerdo a la metodología de WaterFootPrint Network para Huella Hídrica y PAS2050 e ISO 14064 para Huella de Carbono.

Si bien es cierto que el peso de cada uno de los inputs del campo difiere ligeramente según la zona de cultivo y está afectado directamente por las condiciones climático-edafológicas del lugar y las prácticas realizadas por los mismos agricultores de la zona, los resultados obtenidos con el software consiguen arrojar, en medidas de porcentaje, la categoría de CO2 correspondiente a las distintas prácticas realizadas, ya sean tratamientos fitosanitarios en fabricación, aplicación de fertilizantes o tareas del campo, entre otros.

Lo que no se puede medir, no se puede analizar, evaluar ni gestionar y, por tanto, tampoco se puede controlar. Es ahí donde conocer estos valores nos ayuda a establecer órdenes de magnitud para poder comparar e interpretar los resultados obtenidos y, también, cuantificar el impacto en las emisiones que pueda suponer un plan de mejora establecido. De esta manera, podremos actuar en cada uno de los procesos y prácticas, detectando posibles mejoras dentro de una amplia variabilidad de cultivos, superficie y productores.

En definitiva, estas iniciativas suponen un paso importante en el camino de la mejora de la eficiencia ambiental no solo de las producciones agrarias, sino también de todas las empresas y organizaciones que, dentro de la Plataforma Tecnológica de Agricultura Sostenible, seguimos buscando cada día nuevas respuestas a estos desafíos. Las soluciones pasan por el desarrollo de herramientas eficaces que permitan obtener información privilegiada para la gestión de los recursos, en una sociedad y mercados cada vez más exigentes.

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